
Allá por abril del 2004, mi cuñao Joako y yo nos embarcamos camino hacia Marruecos, con un Lonely Planet bajo el brazo y un Nissan Micra bajo el otro.
Tras pasar por Marrakesh y recorrer el valle del Dadés, acabamos en Merzouga, a las puertas del Sáhara septentrional. Decidimos no seguir a los pringaos en Land Rover y llegar a las dunas de Erg Chebbi por nuestra propia cuenta y riesgo.

Como era de esperar, nos perdimos irremediablemente. Afortunadamente, un lugareño llamado "Rafa" nos dio un toque y se ofreció a dirigirnos al hotel en el desierto donde él trabajaba de bonguero, si éramos tan amables de llevarle. Aceptamos su propuesta, y se metió en el coche con un amigo y nos lanzamos camino al desierto profundo, al anochecer, con dos tipos completamente desconocidos en el asiento de atrás. Dicho así, parece un poco irresponsable, pero puedo jurar y juro que salimos vivos de la historia.
Ya de noche, sin ni siquiera una pista para guiarnos, empezaron a aparecer una serie de luces en el horizonte. "Rafa" nos dirigió a lo Peter Pan hacia la segunda luz a la izquierda que, para nuestro alivio, resultó ser un hotel bastante decente.
Una vez llegados, nos plantearon subirnos a un dromedario y pasar la noche en un campamento nómada en las dunas, por el módico precio de 30€ cada uno, cena incluída. Nos miramos y asentamos la cabeza vigorosamente. Así que, tanto cortos como perezosos, nos subimos a un bicharraco chepao cada uno y emprendimos camino al desierto profundo, ya totalmente a oscuras.
Pasamos una noche estupenda en la tienda de campaña, tocando los bongos con los nómadas y cenando un tajine crujiente aderezado con arena del desierto, mientras afuera rugía una tormenta de agua y arena.
Al día siguiente amanecimos con el gruñir de los dromedarios, que estaban de especial mal humor ese día, y un desierto mojado (!). Inspeccionamos los dromedarios, nos intentamos hacer entender lo que pudimos con los nómadas (yo no hablar berebere) y nos tiramos en tobogán por las dunas.



Después, nos preparamos para el camino de vuelta, que de día fue mucho más escénico que la ida.

